viernes, 26 de diciembre de 2008




"Callaste por no herirme o sabías que tu silencio tuvo una crueldad sin limites???"


Hugo Finkelstein




sábado, 20 de diciembre de 2008

Nunca dejes de brillar


Te dije que no brillaras estrellita,
te ordené apagarte y esconderte.

Te dije que te fueras, que te perdieras,
Quise esconderte, opacarte y apagarte.

Más tu te resististe y te liberas de mis manos.
Subiste a lo alto ya hora brillas en todo tu esplendor.

Tu brillo es hermoso, que me hace llorar,
ilumina todo mi universo, toda mi vida.

Ya no eres tan chiquita, haz crecido
y todavía te queda mucho por crecer.

Pero si tu brillo es grande ahora,
ni pensar que será después.

Te amo estrillita
nunca dejes de brillar

martes, 16 de diciembre de 2008

Fuego.

Tu me viste jugar con fuego, tu me viste quemarme, tu me viste llorar. Tu y yo sabiamos que era peligroso, sabiamos que era prohibido. Yo jugaba con fuego frente a ti , mas tu no me delatabas. Fui poniendole mas leña al fuego y segui jugando, me quemé, más que las otras veces pero después de llorar un rato, me levanté y continué con mi juego prohibido.
Un día la lluvia vino, apagó el fuego, mojó mis quemaduras. Intenté prender más fuego pero los leños estaban mojados, al igual que toda madera que encontre a mis alrededores. Entoces, me decidi a jugar otra cosa. Tú, me oservaste todo el tiempo y te aprendiste mi juego inconsientemente.
Tiempo después el sol salió, la tierra se secó y yo jugaba entre las flores, tú quisiste jugar con fuego, prendiste una fogata en un lugar oculto, jugaste con las llamas y te que quemaste. El dolor que te infringio el fuego fue tan grande, que te desmayaste.
El atardecer llegó y te busque para ir a casa, pero tu no estabas por ninguna parte. El sol caia más y más pero tu no aparecias, y luego te encontré tirada en el suelo. Al ver la fogata comprendi lo que había pasado. Mis ojos se llenaron de lágrimas, me sentí culpable, pues yo te enseñé a jugar con fuego, yo te di mi ejemplo, tú lo seguiste y te has lastimado. Cuando yo jugaba con fuego, no me importaba si tu mirabas, no pensé que cosas te enseñaba, solo pensé en mi.
Perdon, por aberte enseñado a lastimarte, por mostrarte solo el mal camino, perdón. Te prometo que de ahora en más, te mostraré el buen camino, y te ayudaré. Perdón una vez más, por haberte fallado.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Amistad


(un divague viejo)

¡¡Los amigos!!Para mí, los amigos son unas de las más grandes bendiciones que Dios no da. Son los que les puedes confiar tus secretos, los que disfrutan de tu compañía, y de los que disfrutas su compañía. Son los que están ahí para darte aliento cuando estás muy cansado y no puedes arreglar aquella gran mancha en tu lienzo, los que te dicen las cosas lindas que tiene tu pintura, los que te dicen que, para su gusto, te estás equivocando de color, los que te aconsejan y los que no te dejan, los que pintan sus vidas a tu lado, y las que incluyen algo que te represente en su lienzo, los que se vuelven también parte de tu lienzo. Los amigos vienen de todas partes, del colegio, del trabajo, de la familia, de la iglesia, de todas partes, aparecen en tu vida, como una idea en tu cabeza, coinciden contigo en cierto punto de esta vida y se quedan, se encariñan con nosotros, nosotros con ellos, y a veces los sentimos como hermanos. Y no importa cuan enojados podamos llegar a estar con ellos, por alguna razón, en un momento olvidamos el enojo, como si nada hubiera pasado, y la amistad continúa.A veces los amigo se alejan de nosotros, a veces se encuentran con otras personas de las que también se hacen amigas, a veces mudan sus caballetes a otras partes donde les parece que podrán pintar mejor sus lienzos. Pero nosotros también podemos hacer nuevos amigos, y tal vez estos duren para siempre. Pero el que los amigos estén lejos, no significa necesariamente el fin de la amistad, una verdadera amistad no tiene barreras, la verdadera amistad es como los rayos de luz que vienen del sol, que pintas entre las nubes en tu lienzo, por más de que las nubes estén ahí, el sol sigue brillando y podemos ver que mucha luz pasa a través de las nubes y nos permite ver.Todos tenemos amigos, no creo que haya excepción alguna, todos tenemos a alguien, tal vez sean nuestros padres, nuestros hermanos o nuestros primos, nuestros compañeros de escuela o del trabajo, tal vez, Dios, Jesús, la Virgen sean tus amigos, o alguien que a lo mejor ya no está contigo. Todos tenemos amigos, los necesitamos.Los amigos son bendiciones, no creo que nunca podré cambiar mi manera de pensar sobre esto, mis amigos han iluminado mi vida, cambiaron mi vida, sin mis amigos yo no sería lo que soy.

Dedicado a la Promo 011-Magis

Carta a un alma en el paraiso.


A decir verdad, no te recuerdo muy amenudo. Te fuiste hace ya años, no se hace cuantos, ni tampoco se la fecha exacta en la que te fuiste, la verdad creo que así es mejor, entonces así solo te recuerdo espontaneamente cualquier día y no solo el día en que se cumple otro año de tu partida, además a si la tristeza que nació el día que te fuiste se reparte en muchos días, y no se almacena solo en uno, asi llevar este pesar es más facil.
Tengo muchos recuerdos de ti, y me gusta tenerlos siempre en mis pensamientos. Recuerdo una noche en la que fuimos a tu casa a cocinar chipa asador. Esa noche hacía frío, la fogata que usamos para cocinar se prendió en el patio, había olor a cenizas. Al final de la noche, la chipa estaba riquísima y pasé un buenisimo momento, la verdad que nunca creo que pueda olvidarlo.
Otro recuerdo que tengo de ti, es el día en que mi abuelito me llevó a tu casa para visitarte. Ese día llovía a cántaros, las calles estaban inundadas. Recuerdo que tomamos gaseosa sabor naranja, e hicimos barquitos de papel, con las hojas de un diario viejo y los soltamos en el raudal para que este lo llevase en un recorrido sin rumbo, hasta que el papel se empape y el barquito se pierda en la corriente del raudal.
Recuerdo también, que cuando te enfermaste una vez, y mi abuelito te llevo a su casa para cuidarte mejor, que yo jugaba en el patio con mi prima Camila, tu nos mirabas desde la ventana, sentada en tu cama. Yo no pude comprender la grandeza de ese momento, que será que sentías al ver a las hijas, de los hijos de tu hijo, jugando, tan inocentes, riendo. Apuesto que fue algo hermoso para ti. Recuerdo que ese día estaba soleado y fresco, el jazminero estaba florecido, te lleve unas flores, tu me pediste unas hojitas de un arbol y me hiciste un ramito. Me dijiste que te trajera algunas pajas de la escoba y mas flores, tu de estas cosas nos enseñaste a hacer coronitas, eran muy lindas.
Sabes, cuando aún vivías en la tierra, yo no me recordaba mucho de ti, no es que no te valoraba, creo que es porque yo aún era muy pequeña y mi cabeza estaba siempre en las nubes. La verdad que yo te quería simplemente mucho.
Quisiera que hubieras vivido unos años mas, que yo hubiera madurado un poquito mas para poder estar contigo y valorarte, contarte cosas, hacerte sentir el amor que yo sentía por ti. Pero te fuiste, recuerdo ese día, ese día por alguna razón yo te recordé, a la tarde vino mi papá y me dijo que te fuiste lejos y que ya no ibas a volver. Al día siguiente me despedi de ti por ultima vez, estabas hermosa entre tantas flores, tenías tu rosario entre tus manos.
Ojala estes orgullosa de lo que soy, por que se que vos me estuviste cuidando y observando, por mas de todos lo errores que cometí y sigo cometiendo, ojalá sepas que te amo, y que veas como lloro en este instante, en el que los recuerdos recorren mi mente y mi corazón sucumbe ante la tristeza y la emoción.
Te amo, alma que ahora vives en el cielo, te extraño.

En memoria de mi bisabuela, "Abuela" Elva

Quiero volver a volar

Yo era un ángel como cualquier otro, tenía sueños, tenía penas, tenía virtudes, tenía defectos. Volar era mi pasatiempo, me hacía sentir libre, que nada me faltaba, me hacía sentir linda, me hacía feliz. Me encantaba sentir la brisa con olor a sal del océano o el suave aroma de los azahares cuando volaba sobre limoneros. Me encantaba jugar en las lluvias u observar el firmamento lleno de esas preciosísimas perlas brillantes cada noche recostada en las nubes. Otra cosa que encantaba era explorar, descubrir, sentir y probar cosas nuevas. Me encantaba buscar sitios inhabitados, descubrir sus secretos, verlo todo.
Un día recorriendo lugares lejanos a mi hogar, descubrí un sitio, una enorme extensión de tierra cercada por una hermosa reja dorada, detrás de la cual se podía observar una hermosa cascada. Al acercarse al lugar se podía oler un exquisito aroma a rosas y jazmines y se podía escuchar el trinar de los pajaritos. Pude ver también a otros ángeles riendo y jugando, se veían felices. Desde afuera ese lugar se veía perfecto. Quise entrar, busqué la entrada, pero al llegar a la puerta, me encontré con dos ángeles guardianes que me negaron la entrada. Yo pregunté porqué. Ellos me dijeron que ese lugar solo estaba permitido para los que estaban listos, los que poseían alas y un corazón fuertes. Me sentí tan enojada, yo no podía entender el porque no me dejaron entrar, mis alas eran fuertes pues yo volaba todo el día, mi corazón también pues yo ya había superado mil tormentas y peligros en mis largas tardes de vuelo. Por más que lo pensara, yo no lo podía entender.
No me aleje de ese lugar, volví a la entrada y pregunté si podía entrar ahora, me dijeron que no. Mi enojo creció, volé sobre los alrededores, busqué una forma de entrar sin ser vista, después de unas horas la encontré y pude entrar por allí. Me sentí tan feliz y tan grande, aunque en lo profundo de mi corazón la culpa y la preocupación me carcomían.
Comencé a explorar el lugar, encontré lugares fantásticos, olí fragancias de ensueño y experimenté sensaciones nuevas para mí. Me sentía feliz, pero no completamente, mi culpa y mi preocupación se agrandaban con el paso de los días. Explorar ya no era divertido, ya no me sentía libre, sino atada y tenía miedo de salir de aquella cueva en la que me escondía por temor a ser descubierta. Además esa perfección que yo veía desde afuera, resultó ser falsa. Allí adentro, debí enfrentar grandes tempestades y peligros, los más grandes que alguna vez pude enfrentar.
Un día, que inició como cualquier otro, me decidí salir a recorrer los alrededores de mi escondite. Me estaba dirigiendo hacia un pequeño pero encantador bosque, cuando los ángeles que cuidaban la entrada aplacieron frente a mí, me sujetaron de los brazos y me sacaron del lugar. Me dijeron que había quebrantado la ley, que debían castigarme. Me llevaron a una pequeña casita a unos metros de aquel lugar allí me ataron las manos y los pies.
- Hasta que aprendas tu lección- me dijo uno de ellos, y salieron de aquella casita dejándome sola, en la penumbra de mi error. Me sentía vacía, triste, sola. El tiempo no pasaba, cada minuto era un siglo. Los días pasaron, los ángeles guardianes volvían una vez al día a darme comida, solo entonces podía ver la luz, que me segaba los ojos cada vez que la puerta se abría.
Se cumplió una semana, y luego otra. Entonces ellos volvieron me desataron y dijeron que podía irme. Por fin, era libre de nuevo. Salí del lugar y recorrí los cielos, volé lo más alto que pude, respire aire puro y fui feliz. Seguí mi vida como si nada hubiera pasado, pasaron los días, y cada día no podía ser mejor.
No mucho tiempo después volví a pasar por aquel lugar. Fue pura casualidad, me encontraba persiguiendo mariposas cuando de pronto choqué con esa hermosa reja dorada. No era mi intención volver, pero allí estaba yo de nuevo, ante esta tentación. Pensé en entrar solo por un momento, nadie se daría cuenta. Entré, por el mismo lugar donde había entrado la última vez, nada había cambiado, el pasto estaba cubierto de rocío y se olía el olor de la tierra mojada mezclado con el olor de los rosales.
Como una hora después me di cuenta que ya tenía que marcharme. Miré a mis costados por si alguien viniera, decidí quedarme un rato más, esta escena se repitió varias veces, hasta que el atardecer llegó. Me pasé el día recorriendo lugares que aún yo no había visitado aún, el sol cada vez estaba más oculto tras el horizonte, no sabía donde me encontraba, estaba perdida, me senté a llorar. Entonces los ángeles guardianes aparecieron, yo no me resistí. Me sacaron del lugar de nuevo, me llevaron a aquella pequeña casita, en la cual anteriormente me habían encerrado. Me empujaron adentro, me encadenaron las manos y pies y me dejaron allí. Yo simplemente, cerré mis ojos llenos de lágrimas y traté de dormir por un rato, hasta que lo conseguí.
Los días pasaban uno tras otro, cada día era interminable. Mi sol que alguna vez fue ese gran astro que está en lo alto del cielo, ahora era la luz que lograba entrar por debajo de la puerta, ese simple destello que no lastimaba mis ojos, como lo hacía la luz que entraba cuando los Ángeles venían a dejarme comida una vez cada día.
Pasaron treinta días, ellos volvieron y me sacaron las cadenas, yo pensaba que por fin sería libre, pero cuando ya estaba por irme, uno de ellos sujeto mis manos y el otro me corto alguna plumas de mis alas, de forma que yo no pudiera volar por un tiempo. Me llevaron a un lugar que yo nunca había visitado, era árido, lleno de plantas espinosas.
- Debes caminar por este sendero hasta ese árbol seco, entonces salte del camino y vete- Dijo un ángel. Entonces comencé a dar pasos, me dolían los pies pues hacía mucho tiempo que no caminaba, ya que volar era todo lo que yo hacía. Las espinas de las plantas me cortaron los pies, cada paso en este camino del dolor y la agonía, me dolía, en el cuerpo y en el alma. Llegué hasta el árbol, entonces, me dejaron ir. Tuve que ir caminando hasta las tierras a las que yo llamaba hogar, los pies se me ampollaron debido a que mis pies no estaban acostumbrados a caminar tanta distancia.
Cuando llegué había gente esperándome, me abrazaron me miraron a los ojos y pude ver un brillo en sus ojos, un brillo que transmitía un amor intenso, amor sin igual, capaz de cualquier cosa. Hacía tiempo que no veía ese brillo, pues ese brillo se había desvanecido la primera vez que yo había entrado a ese lugar prohibido y ellos se enteraron.
El tiempo pasó, mis pies se volvieron más fuertes, al igual que mis piernas, pues por un tiempo mis alas no podían llevarme a los cielos. Mis alas crecieron, y un día pude respirar ese aire puro, olor a sal, allí donde el cielo y el agua se unen y aparentan formar un lienzo enorme de azules y celestes. Pero un día, me encontré de vuelta ante las rejas doradas, esta vez, no dudé a entrar, por más de que sabía que si me atrapaban allí de nuevo me castigaría, no me pude resistir. Era como una droga para mí, tantas peligrosas maravillas en un solo lugar. Simplemente no me pude aguantar.
Recorrí los lugares que me faltaban, al comienzo con alegría y vuelo ligero, luego, mi vuelo se hizo pesado pues la culpa de nuevo me carcomía el corazón, y se expandía como un cáncer, un cáncer llamado mentira, que se va apoderando de ti, poco a poco. Los ángeles por tercera vez aparecieron, me llevaron a la misma casita. Uno de ellos me tomó de las manos y el otro comenzó a cortar las plumas de mis alas, mis plumas caían de a una, y yo las observaba, con lágrimas en los ojos, y heridas en el alma. Entonces cuando yo creí que mi castigo terminaba, tomó su espada y cortó lo que quedaba de mis alas. Fue entonces que toqué fondo. Me habían cortado las alas, me las cortaron como si nada, me las arrancaron, me las sacaron, me prohibieron volar, me sacaron la libertad. Sentí rabia, odio y quise gritar. Lloré hasta que mis ojos se incharon, hasta que ya no pude aguantar más el dolor de cabeza. Me habían dejado sin nada.
Pasó un mes, y tuve mucho tiempo para meditar. Me di cuenta de que lo que los ángeles guardianes hicieron, no lo hicieron por venganza, no lo hicieron por enojo, lo hicieron por mi bien, por mi culpa y por mi inmadurez.
Aún así cada día era un infierno, extrañaba el olor a sal, el aroma del rocío, el sabor de las dulces mandarinas, sentir la tierra mojada bajo mis pies. Extrañaba el sabor a libertad en mi boca.
Finalmente, llegó el día, me liberaron. Aún no me habían desatado las manos cuando quise desplegar mis alas. Cuando estab por intentar volar de vuelta, cuando recordé que aún no me habían crecido las alas. Sentí que me han arrancado el corazón, que me habían robado las ilusiones, que me sacaron los sueños. Una vez más sentí una rabia tremenda recorrer mi cuerpo.
-¿Cómo pude ser tan idiota?-pensé. Lo había perdido todo por un pequeño placer. Estaba sola, sin nadie. Y todo era mi culpa, mi maldita culpa.
Cuando creí que ya era libre, los ángeles me ordenaron recorrer ese tan tortuoso camino una vez más.
Ahora, debo caminar por este camino, bajo este sol ardiente, que quema mi espalda herida, y calienta las cadenas de culpa y arrepentimiento que llevo en mis muñecas , que me queman la piel y solo me recuerdan que todo es mi culpa. Me duelen la espalda, la tengo cubierta de gotas de sangre que brotan de mis heridas, las muñecas, los pies los tengo quemados, y los ojos me duelen de tanto llorar.
No es la primera vez que recorro estos caminos, no es la primera vez que me han hecho cargar con este castigo. No niego la culpa, no, no la niego, solo que ya me duelen los pies de tanto caminar por este camino.
Estoy cansada, este dolor no pasa, ya quiero volver a casa, ya quiero volver. Pero primero debo cumplir con este castigo, debo crecer, debo madurar, debo esperar a que mis alas vuelvan a crecer, tengo que luchar. Quiero ser feliz, tan feliz como fui una vez, quiero volver a volar.