jueves, 22 de octubre de 2009

Mi obra maestra (creo yo.)

Ese día cuando desperté, tu no estabas a mi lado, aún era de noche y todo estaba oscuro, la soledad se apoderó de mi cuerpo, mi corazón se estremeció, cerré los ojos y contuve mi dolor. Traté de volver a dormir pero no pude.
Comencé a recordar momentos que vivimos juntos, sabía que me dolería pero aún así, no lo pude evitar, lo que tuvimos fe extremadamente hermoso.
Recordé el día en que te vi por primera vez, el día en que por primera vez hablamos, el día en que me di cuenta de que tu me gustabas, el día que me dijiste que tu sentías lo mismo que yo, nuestro primer beso. Recordé nuestras peleas, recordé las largas conversaciones hasta el amanecer, nuestras caminatas al atardecer, recordé tu sonrisa, tus ojos, tus caricias y tus besos. Recordé tu forma singular de caminar, tu olor, tu risa y tu mirada tan risueña. Recordé todas las situaciones chistosas y divertidas, los días en que lloramos juntos, recordé los lugares a los que fuimos, canté en el silencio las canciones que nos gustaban, recordé como te gustaban las galletitas que yo te solía preparar los viernes a la tarde cuando llegabas del trabajo, recordé todas las bromas que nos hacíamos, todos los planes que teníamos, la casa que queríamos comprar, como queríamos que sea nuestra boda. En ese momento sentí que te amaba más que nunca, que iba a morir de amor, que mi corazón iba a explotar de tanto amor mezclado con dolor que soportaba mi corazón. Mis ojos se llenaron de lágrimas, que se derramaron y bajaron por mis mejillas hasta caer entre las sábanas, que un día rozaron nuestros cuerpos, que fueron testigos de cuanto nos amábamos, que ahora solo guarda el recuerdo del aroma de tu piel, el calor de tus besos, la dulzura de tus palabras.
El sol salió, comenzó un nuevo día, el despertador sonó, ya eran las seis de la mañana. A esa yo solía despertarte todos los días, yo te susurraba al oído para que despertaras, te daba besos en tus mejillas, tu despertabas y me sonreías, me decías “buenos días”, me decías que me amabas.
Hoy a mi lado no hay nadie, solo hay espacios vacíos en la cama.
Hoy, siento frío, el frío de tu ausencia que cala mis huesos. Hoy mi piel y mis labios claman por tus besos, mis manos buscan las tuyas y no las encuentran. Me siento un rosal al que le cortaron todas sus rosas, siento que me han arrancado mi esencia, que me han sacado lo que me hizo ser lo que hoy soy, me siento incompleta, siento que podría llorar hasta derramar sangre en vez de lágrimas.
Recuerdo como me decías que no me preocupara, que todo estaría bien, aunque en el fondo ambos sabíamos que no sería así, recuerdo que secaste mis lágrimas, que me diste un beso, recuerdo esa sonrisa insegura en tu rostro.
Pero, en lo profundo de mi corazón siento alegría, porque ya dejaste de sufrir mi amor, por que por fin descansas, porque de seguro ya estás tranquilo, ya estás volando entre las nubes en el cielo.
Ojala me estés mirando vida mía, y veas como haces falta, como me duele tu ausencia, como te amo, y te necesito, como te extraño, como ya nada es lo mismo sin ti, como todo para mí es vacío y sin sentido.
Estoy cansada, cierro mis ojos, intento dormir, siento que el corazón se me apaga mi amor, quiero estar junto a vos, me siento morir, y entre lágrimas y lamentos le pido a Dios que me lleve, que me quite esta vida que se ha quedado sin sentido y que me lleve para estar contigo, para una vez más tenerte, besarte, para amarte como nunca jamás lo hice, para ser felices por la eternidad, volando en los cielos, como el viento puro y suave que cada mañana que entraba por la ventana cuando yo te despertaba, para comenzar un día más de nuestra vida juntos, como si nada pasó, como si no te hubieras ido.
Te extraño mi amor, quiero volver a tenerte, te amo, te necesito.